Entrevista con Chris McKinnell, nieto de los Warren - Parte 1
Siempre le tuve miedo a la oscuridad, me aterrorizaba, cuando tenía como 12 años, supe que no iba a terminar siendo católico, no sabía lo que era, entonces empecé a visitar otras iglesias y estudiar otras religiones, para poder entenderlas y conocer más, pero no encontré ninguna que fuera adecuada para mí. Luego cuando tenía 16 años fui a mi primer caso con mi abuelo, y fue ahí donde me di cuenta que lo paranormal era algo que quería investigar más a fondo. Sigo siendo un estudiante, uno nunca deja de aprender, aquel que se haga llamar un “experto en lo paranormal” está mintiendo.
¿Para ese momento, sabía usted que contaba con alguna habilidad psíquica?
En aquel momento yo no entendía bien lo que me pasaba, escuchaba y veía cosas, pero no estaba seguro de que fueran reales; hasta que llegué a la universidad, donde empecé a leer a la gente, percibir y saber cosas de otros, que normalmente esas personas no quieren que se sepa, e inclusive llegué a perturbarlos, por lo que a los 26 años lo bloquee y decidí que no lo quería hacer más. Seguí estudiando, viajando y aprendiendo como se manifiesta lo paranormal, pero por la parte psíquica y de mediumnidad, es algo que solo he hecho desde hace algunos años, y no es algo con lo que me sienta muy cómodo.
¿Cómo fue el primer caso que investigo con sus abuelos?
Ese primer caso cuando tenía 16 años, fue como una típica película de miedo de Hollywood, con golpes y arañazos en las paredes, gruñidos, dos entidades demoniacas que bajaban por las escaleras, las luces se encendían y se apagaban, la mujer de la casa gritando porque sentía que le estaban arañando la cara. Luego un recipiente que tenía incienso de iglesia voló desde la cocina directo hacia mi cabeza, y termino golpeando la ventana que estaba detrás mío, quedando completamente arrugado. Así fue mi primer caso.
¿Y cómo resolvieron ese caso?
Después de todo lo que paso, llamamos al Padre McKenna, que posteriormente se hizo Obispo, el hizo una oración de limpieza para esa casa, que en ese momento se llenó de un humo negro, y luego todo se calmó por un año; hubo factores que hacían a esta familia vulnerable a lo paranormal, factores que no abordamos en ese primer momento, y por los que tuvimos que regresar.
¿Aparte de la famosa Muñeca Anabelle, ha investigado casos que involucren objetos “malditos”?
Claro, ha habido otros, le voy a decir que
pasa con el asunto de las muñecas, cualquier objeto puede llegar a estar “embrujado”
pero lo que pasa con las muñecas, es que con ellas desarrollamos un apego
emocional mayor, por eso son usadas más frecuentemente por las entidades, porque
pueden parecer inocentes, o algunas hasta asustan, pero se vuelve más sencillo establecer
una conexión espiritual con ellas, habiendo previamente una conexión emocional.
Estaba haciendo una limpia de una casa en
New York, y había una muñeca tétrica de payaso, y toda la actividad paranormal giraba
en torno a esa muñeca, por lo que le dijimos a la familia que debían deshacerse
de ella y ahora se encuentra en el museo protegida por objetos sagrados.
Hubo otro caso hace un año, donde una joven heredó un montón de muñecas de su madre, y un tiempo después, su madre falleció. Luego de esto una de las muñecas empezó a cobrar vida, a decirle cosas, por lo que ella estaba aterrorizada. La joven le envió las muñecas a uno de mis colaboradores, y el, mientras iba conduciendo, podía escuchar golpes y voces proviniendo de la caja donde estaban las muñecas. Las muñecas son cosa seria...
¿Por qué cree usted que estas entidades se apegan a los objetos?
Lo que mencionaba anteriormente del apego emocional, estas cosas no pueden pasar, a menos que uno se los permita. Por eso no me gusta la comunicación con espíritus ni los spirit boxes, porque uno no sabe que está invitando, puede ser peligroso. Es frecuente que las entidades se manifiesten en forma de niños, ya sea por voces, apariciones o a través de objetos. Al presentarse como alguien inocente, buscan establecer esa conexión espiritual, que se les trate con cariño, y aprovechan para entrar, porque uno les permite entrar creyendo que son algo benigno, y luego las cosas cambian y se puede volver maligno o negativo. Se vuelven como un parásito que se alimentan de nuestra energía y de nuestro miedo. Cuando se mejoran las condiciones en el hogar, buscando lo positivo, lo alegre, la limpieza, el orden, la luz, muchas de estas energías desaparecen.
Hablemos un poco de Anabelle, ¿Alguna vez la has visto moverse o hacer algo?
No, alrededor de 1977 fue la última vez que Anabelle “hizo” algo, porque desde ese entonces aprendimos a mantenerla encerrada y contenida, en la caja con reliquias religiosas, oraciones, un crucifijo, sal y agua bendita. Las personas piensan que el museo de los Warren es algún tipo de atracción turística, cuando más bien es una prisión para estos objetos malditos. Ahí solo entraba gente por invitación, y nunca muchos a la vez. Es un lugar para proteger al público de estos ítems. Por eso es que no destruimos los objetos, porque entonces liberaríamos la energía o entidad que está ligado a ellos, de este modo están atrapados.
¿Hay algún objeto del museo que si se mantenga activo?
Sí, hay unos gatos de peluche, que pertenecían
a un joven que tuvo una vida muy trágica. Su mamá se los había regalado, sus
padres fueron asesinados frente a él, y él puso todo su enojo, su tristeza, su
desconsuelo, su odio en esos peluches, inconscientemente. Posteriormente fue
como que cobraran vida y le hicieron mucho daño, por lo que me los envió.
Rompimos el vínculo que tenían con él y ahora están en el museo, pero aún se
mueven.
Continua....
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